En casa vivimos, Ola, que es de Polonia, Carlos, galego y yo.
Este mediodía nos encontramos en la cocina y Ola le dijo a Carlos:
- Acabo de hacer ensalada, ¿quieres comer conmigo?
Carlos contestó:
- Porque no!
Usando el interrogativo de forma poca habitual, a lo que Ola respondió, visiblemente desconcertada:
- Claro, porque...no?
- Claro mujer, le echamos cuatro cosas más y llega para los dos.
El contexto no era ambiguo, cualquier nativo o hablante avanzado de español hubiera entendido el uso enfático del interrogativo que significava un si rotundo, pero son estos matices de la lengua, los que a veces nos pierden entre sentido y significado.
Este mediodía nos encontramos en la cocina y Ola le dijo a Carlos:
- Acabo de hacer ensalada, ¿quieres comer conmigo?
Carlos contestó:
- Porque no!
Usando el interrogativo de forma poca habitual, a lo que Ola respondió, visiblemente desconcertada:
- Claro, porque...no?
- Claro mujer, le echamos cuatro cosas más y llega para los dos.
El contexto no era ambiguo, cualquier nativo o hablante avanzado de español hubiera entendido el uso enfático del interrogativo que significava un si rotundo, pero son estos matices de la lengua, los que a veces nos pierden entre sentido y significado.
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